PINCHA AQUI

PINCHA AQUI
MIRA COMO CRECE LA POBLACIÓN MUNDIAL
SING SING SING

NUESTROS CONDUCTORES SE SUMAN A VILLEGAS ESTE LUNES

.





Desde que fuera inaugurado en 1972, el edificio Gabriela Mistral ha tenido distintos usos y casi ninguno para el que realmente fue creado. Ahora que estaba a punto de lograrlo, aconteció el segundo terremoto, "el teatro Teletón".



La enorme y archi conocida construcción situada en Alameda cerca de plaza Italia, originariamente llamada Centro Cultural Gabriela Mistral y luego rebautizada como edificio Diego Portales, pero hoy devuelta a su denominación primigenia, ha conocido usos aún más diversos que sus distintos nombres y peor aun, rara vez uno para el que estaba concebido.



Fue inaugurada en 1972 para acoger la asamblea de la Unctad, la cual reunió la consabida horda de funcionarios internacionales expertos en el arte de dormir en la sala con los ojos abiertos y un alambre saliendo de sus orejas, intercambiar papers inútiles y luego vaciar las camiserías y repletar los restoranes. Después de todo eso el centro sólo alcanzaría a vivir un año cumpliendo su función de recinto para la cultura popular y también de la docta antes que el golpe militar lo convirtiera en transitorio Palacio de Gobierno y parcialmente en dependencia de las FF.AA. Restaurada la República con el alto auspicio de la Concertación y la cautela infinita de don Patricio y de su fraile personal y doméstico, Enrique Correa, sus vastos y luminosos espacios, ya vaciados de parafernalia militar y también, a la pasada, de algunos de sus adornos, quedaron suspendidos en el limbo y a disposición de los eventos misceláneos, cuyos emprendedores estuvieran dispuestos a pagar el fee.



Recordamos uno con Mijail Gorbachov cruzando con paso elástico la sala principal para ir al podio a beneficiar a la audiencia con su habitual discurso sobre la perestroika -hoy quizás lo sigue dando a círculos de señoras jubiladas en Texas o en Biloxi- mientras en la última fila los organizadores, ya derramando lágrimas, sacaban cuentas de las pérdidas que iban a experimentar pues, vieja costumbre nacional, la mitad de los asistentes era gente linda que había acudido por invitación, al gratini. Luego de eso regresó el silencio. Al menos lo hizo a la placa pues la torre seguía en manos de las FF.AA. Hasta se barajó la idea de venderlo. Después se incendió. Un par de años o más quedó así, en medio de calcinados escombros, vistoso monumento a la incuria y dejadez nacional. Cuando al fin comenzaba a reparárselo, sobrevino el terremoto.



La idea era restaurarlo en grande y en serio para que cumpliera de una vez por todas su función de gran edificio de las artes, centro de encuentro y todo eso. Se reiniciaron las obras, cundió el entusiasmo por enésima vez y entonces, con casi el "tan tan tan taaaan" del destino, aconteció el segundo terremoto o tsunami, aunque esta vez con nombre y apellido, Mario Kreutzberger.



Muñequeo

Se requerirían las dotes de un avezado filósofo de la historia o de un canciller de la estatura de Talleyrand para seguir al detalle y entender la enrevesada secuencia de intrigas palaciegas, consideraciones políticas, presiones de cierto lobby, temas de "imagen" y temores supersticiosos respecto al poder enigmático y emblemático de Don Francisco en virtud de todo lo cual los recursos que estaban destinados a terminar la remodelación o refacción del centro Gabriela Mistral, en especial la erección de un teatro para dos mil personas, súbitamente fueron canalizados para el llamado "teatro de La Teletón".



¿Qué tiene este último teatro que no pueda tener o no tendría el que se iba a construir en el centro Gabriela Mistral? Para simplificar un cuadro indudablemente más complejo, digamos que tiene a Don Francisco.



Don Francisco, a quien los videístas y cosmetólogos del segundo piso de La Moneda ven como figura puesta para animar las celebraciones del Bicentenario, hombre que concita apoyo y afecto transversal, lo que aseguraría -piensan estas mentes resplandecientes- que no habrá para el Presidente Piñera un bochorno como el sufrido por los Kirchner en su propio bicentenario.



Para ganarse a Don Francisco había que perder el Gabriela Mistral. Fuera de eso, de Mario, el teatro de la Teletón tiene, seamos francos, poco que ofrecer. Está hecho para la televisión y en verdad es recinto más para el espectáculo que para la performance, más para ir a mirar que para ir a participar. Está indeleblemente impregnado con las espesas fragancias del "beau monde" de la farándula, el tufo de alegres vasos con Margaritas hasta el tope, contoneo de bataclanas, humoristas contándoles chistes a ejecutivos en eventos de "ponerse la camiseta corporativa" y hombres anclas del jet-set propietarios de inmensas sonrisas. Tampoco el barrio donde se encuentra es el más adecuado.¿Pero qué importa? El lobby ha sido tremendo. Dos horas duró la estancia de Don Francisco en La Moneda para dejar las cosas claras.



Lástima…

Todo esto es una lástima, pues la superioridad del Gabriela Mistral es apabullante. Su ubicación -en medio de un barrio oficialmente definido como cultural y equidistando además de todos los puntos cardinales de Santiago- es notoriamente más conveniente, sus recintos son mejores y su dignidad arquitectónica es infinitamente superior.



Acompañados por Miguel Lawner, quien fue director de obras del edificio cuando se erigía, de Javier Ibacache, director de Audiencias y de Patricio Montedónico, funcionario del MOP a cargo de las obras en curso, pudimos apreciar lo ya logrado en la primera mitad de las obras. Dos salas ya listas, bien dotadas con escenarios para representaciones de verdad, salas multimedia, otras para exposiciones de diversas formas de arte, una amplia biblioteca, cafetería, tecnología sonora de punta, en fin, una entera y vasta infraestructura que fue planeada para cumplir una función, no improvisada para ella.



Hablamos de un edificio que debido a todo lo dicho es muy poco conocido. Habitualmente estaba cerrado y lo sigue estando. Sus amplias puertas no franqueaban el paso. Era y sigue siendo un inmenso cascarón de hormigón armado, fierro, cemento y salas vacías. Consta de dos partes: la placa y la torre. Esta última es un edificio convencional, repleto de oficinas, donde aun hoy opera el Ejército en sus ramas administrativas. Posiblemente en el futuro sea arrendado a empresas privadas para el mismo fin. Es en la placa donde se hallan las salas ya descritas, los espacios, la biblioteca. De grandes dimensiones, tanto dentro como fuera exhala una monumentalidad adecuada, según Lawner, al espacio urbano circundante. Es sin duda una obra digna de la enorme ciudad donde se encuentra, del crecimiento edilicio y del no menor de la actividad artística, de los innumerables grupos de teatro, baile, danza, mimos, etc. que hoy no hayan refugio adecuado.



Sólo pensar en su extrema sub-utilización, prolongándose ya por 40 años, produce asombro e irritación. ¿Se prolongará aún más? Lo cierto es que si los recursos son desviados y/o no se proveen otros alternativos, la obra quedará terminada sólo en su mitad y será acompañada, a un costado, por un inmenso hoyo, el mismo que se cavaba para los cimientos y estructura del teatro. Será, aunque esta vez apuntando hacia abajo, otro monumento al penoso estilo nacional de hacer las cosas. Se pregunta uno cuánto tiempo más deberá este inmenso cuerpo esperar el alma que se le debe desde 1972 a la fecha.
 
SAFARI URBANO ,NOTICIAS,AGENDA,CRITICA URBANA,Y PODRIA SER MEJOR ◄Design by Pocket, BlogBulk Blogger Templates